La aventura de ser novato tardío
He querido titular este post así, como la aventura de ser un novato tardío, aunque bien podría haber dejado el tema en simplemente ser un novato en el arte de conducir. Lo que pasa es que puede que por mi edad y tener ya el culo pelado en otras facetas de la vida vea las cosas de otra manera. No lo sé. Para ponernos en antecedentes, las razones que me han llevado a sacar el carnet de conducir por encima de los 30 son básicamente económicas y de logística. Antes de vivir en Extremadura, vivía y trabajaba en el centro de Madrid, y para las contadas veces que viajaba fuera, ya fuese a mi tierra (Galicia) o a cualquier otro lado, el tren en unos casos o el autobús primero y el coche de algún amigo o familiar que hacía el mismo camino al mismo tiempo solucionaban la papeleta. Y para ir a trabajar, los 30 minutos de metro no me decían “saca el carnet y cómprate un coche”. ¿Para qué?
Ahora veo el error, una cosa es comprarse un coche y otra bien diferente tener el carnet de conducir y poder hacerlo en caso de necesidad. Pero lo cierto es que durante años nunca me vi en la situación de necesitar transporte propio, y el uso de los transportes públicos y colectivos me resolvía la vida. Y también caminar. Ahora mismo la cosa es diferente. En Extremadura no hay una buena red de transporte público, no hay la gama de horarios que hay en Madrid, las distancias son enormes y entre destinos hay… carretera y sol.
Así que con la idea de poder moverme primero para temas de trabajo y después para ocio, saqué el carnet (no me costó especialmente aunque tuve mi momento de suspense en el exámen práctico) y me planteé qué vendría ahora. Por la experiencia de gente cercana a mí creía que me costaría al principio eso de ir solo en coche, a la buena de Dios y que el tráfico cerca de mi me estresaría. Creí que me costaría mucho, pero por suerte pronto deseché esa idea. Es cierto que me pongo tenso en situaciones que con la experiencia me resultarán fáciles, pero creo que esa tensión me hace estar muy alerta.
Así que con la idea de poder moverme primero para temas de trabajo y después para ocio, saqué el carnet (no me costó especialmente aunque tuve mi momento de suspense en el exámen práctico) y me planteé qué vendría ahora. Por la experiencia de gente cercana a mí creía que me costaría al principio eso de ir solo en coche, a la buena de Dios y que el tráfico cerca de mi me estresaría. Creí que me costaría mucho, pero por suerte pronto deseché esa idea. Es cierto que me pongo tenso en situaciones que con la experiencia me resultarán fáciles, pero creo que esa tensión me hace estar muy alerta.
Es una aventura llevar la L. Eso no lo veo como un mito o algo sin importancia. La experiencia (corta hasta el momento) me ha enseñado cómo en maniobras inocuas (se cuando meto la pata, y cuando no también) hace que los pitos suenen, o si no cómo en situaciones donde quien viene detrás debería dejarme espacio, no lo hace e intenta pasar sin contemplaciones. Cómo se puede juzgar simplemente por llevar la L, aunque claro, luego ven un señor con barba y uno puede ver unas chispas saliendo de las atónitas cabezas.
Al poco de tener el carnet en mi poder, nuevecito, tuve que salir a Cáceres por trabajo. Nada del otro mundo, 80 kilómetros ida, 80 vuelta. No es distancia, si somos objetivos, pero teniendo una semana de carnet y yendo por primera vez solo pensé si lo haría bien o no. Como no me quedaba más remedio me dije que sí, ¡qué otra cosa iba a hacer! Y efectivamente, no pasó nada del otro mundo salvo perderme al entrar en Cáceres, pero pronto me encontré y seguí con mi ruta.
Lo que quiero expresar con esto es que sí que es verdad que en ese momento entiendes lo que es salir y hacer unos cuantos kilómetros en autovía, tú solo. ¡Me aburría! Influía que entonces, teóricamente, no podía pasar de 80 km/h (y me parecía un peligro). Todo el mundo me adelantaba y yo tenía que hacer el esfuerzo de mantener la atención en la carretera y procurar no hacer nada extraño.
Algo que sí creo que me da el tener ya una cierta edad es que, sinceramente, no tengo prisa. Nunca. Salgo con tiempo de sobra para el trayecto y un margen suficiente por si las moscas. Si el limite es 110 km/h no me pican los hombros por ir a 100-105 km/h. Quiero evitar activamente situaciones de peligro, pero no solo de peligro sino de incomodidad. Debe ser por llevar tanto tiempo involucrado en proyectos como Circula Seguro que no siento nunca el cosquilleo de “pisarle”, ya llegará mi momento algún día en un circuito (¡aunque sea de karting!).
La comodidad al volante es mi única preocupación, por eso situaciones como el coche lapa (que se pega detrás y no adelanta), carreras por ver quién recorre los 200 metros que separan un semáforo de otro… no van conmigo. Y lo más importante es que no lo hago ni me siento así por tener la L. Eso es lo de menos, cuando uno se siente cómodo circulando sin que se note, pues mejor para los demás aunque sobre todo es mejor para mí. Evitar en lo posible los centros abarrotados de las grandes ciudades, las horas punta en algunas circunvalaciones… para mí es vital ahora, y lo será después. En ocasiones no se puede, como cuando pasando a la altura de Sevilla en dirección a Jerez, me vi en la SE-30 a las dos y media de la tarde y con cincuenta millones de coches con prisa. Pero por eso es una aventura, te puedes encontrar de todo, en cualquier lado.
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