Técnicos en Transporte Sanitario, una deuda pendiente
Ayer, con todas las conmemoraciones mediáticas por el 10º aniversario del 11-S y mientras los protagonistas involuntarios de los reportajes seguían siendo los policías y los bomberos de Manhattan, me quedé mirando hacia todas aquellas ambulancias machacadas cuyos conductores dieron la vida por la vida de los demás… y luego hice algo que acostumbro a hacer: comparar.
Miré hacia mi entorno más inmediato, hacia el terreno de la seguridad vial en nuestro país, hacia el campo de las ambulancias de nuestro territorio. Y recordé que les debemos algo a todos esos técnicos en transporte sanitario que asisten a los heridos en la carretera. Que sí, que los tenemos presentes, pero a veces pienso que no tanto como debiéramos.
Leo que las competencias generales de un técnico en transporte sanitario son mantener el vehículo de forma preventiva y controlar la dotación de material del mismo, realizando atención básica sanitaria en el entorno pre-hospitalario y trasladando al paciente al centro sanitario útil. Además, veo que sus unidades de competencia incluyen aplicar técnicas de apoyo psicológico y social al paciente y sus familiares.
Cierro el BOE y miro un par de recortes de prensa que tengo por aquí. En ellos se cita el papel de losbomberos a la hora de excarcelar a las víctimas de un terrible alcance. En otro se cuenta cómo losmédicos atendieron a un chico en medio de un amasijo de hierros mientras la Policía hacía lo imposible por restablecer la normalidad del tráfico pese a los muchos mirones que desfilaban por el lugar. Poco más. De los chicos de la ambulancia, ni una palabra.
Dejo de lado los periódicos, cojo el teléfono y llamo a Raúl. Raúl es un técnico en transporte sanitario que se inicio en la profesión cuando los heridos se subían casi en volandas a la parte trasera de un Renault 12 familiar sin tener demasiada idea sobre cómo trabajar en escenarios de siniestros viales con múltiples víctimas, de esos a los que los malos periodistas llaman “dantescos”.
Hoy en día Raúl sabe más que los ratones coloraos. A diario se lo monta como puede para luchar contra el tráfico y los atascos, contra los conductores que no comprenden la importancia de su labor, contra el reloj que va contando minutos que en otra situación serían insignificantes, pero que ahora se le facturarán al precio más alto en cuanto llegue a la escena de la colisión, dondequiera que esta sea, y deje esa furgoneta que es una ambulancia allí donde donde no moleste y sea fácil de sacar a toda pastilla. Contra todo… por una vocación que inexplicablemente mantiene.
Buen conocedor de sus rutas, Raúl no se amilana por nada ni por nadie. Cumple el Reglamento a rajatabla y se mosquea cuando encuentra conductores que se aislan de su entorno dentro de la burbuja del habitáculo hasta el punto de no ver ni oír los avisos que les va dando desde su ambulancia. Todo para que, cuando llegue al lugar, nadie tome en cuenta quién está haciendo fuerza para que se pueda extraer a una víctima, quién ha reparado en que hay un niño oculto entre los asientos, quién se la ha jugado al decidir con o sin apoyo médico qué era lo mejor en cada momento:
No deja de ser curioso que ahora que se ha ganado tanto en la asistencia médica en carretera gracias a la profesionalización y certificación del sector, que es importantísimo para salvar vidas, nuestra popularidad no haya crecido a la par.
Se supone que todo eso les va en el sueldo, pero quizá la mejor paga extra es la que ha tenido cuando un grupo de personas ha aplaudido su actuación en un rescate difícil. El justo reconocimiento hacia una labor tan complicada como imprescindible es una deuda que no se puede pagar con dinero. Si acaso, con una sonrisa de vez en cuando. Y un “gracias” tampoco está de más.
Idea original | Dr. Josep Serra
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